Por
Fernando Madriz Galindo
En este día me encuentro en el Barrio
Cumanagoto, con un habitante que de entrada me dice sus dos apellidos: Cortesía
Suárez… “y para que sepa quién es él” … me entrega también su “carta” – es
decir, su Partida de Nacimiento de Ley – la cual indica… “fue registrado como
Francisco Suárez, vecinos del sector San Luís Viejo, de esta villa de Cumaná,
en fecha de data 1924”.
Pues, bien, Francisco Cortesía Suárez, pasa de
inmediato a contarme acerca de dos Diablos pintorescos que en pasados tiempos
“hicieron vida” en estos cumaneses lares:
En las inmediaciones de la ciudad existieron
Diablos perturbadores de la tranquilidad local, embromadores de loa paciencia,
asustadores de gente de nocturno deambular a las cuales metía “miedo pánico” …
pero aunque parezca sorprendente, también existió otro Diablo, que lejos de
dedicarse a asustar a los pacíficos habitantes cumaneses, prefería más bien alegrar
su vida como lo hacen los humanos.
― ¿Entonces, usted conoció a ese Diablo venido
a humano?
― Sí… Para grandísima sorpresa de los
habitantes cumaneses de aquellos tiempos, que en horas de la tarde de cualquier
domingo, empezaban a oír extraños cantares provenientes de las cercanías de los
cerros de Pan de Azúcar:
Allá viene el Diablo
míralo “ande va”
allá viene el Diablo
con gana “e canta”
allá viene el Diablo
tocando “e cantando”
allá viene el Diablo
de Pericantar,
¿Qué quiere ese Diablo?
Su vida alegrar
Aquel fiestero Diablo que supuestamente venía
de Pericantar, pero que quién sabe de dónde vendría, le decía a su mujer… “que
venía a reconocer la ciudad” … Y así le preguntaba a su consorte:
― ¿Qué quieres que te traiga de Cumaná?
Y ella le contestaba modestamente:
― En regresando bueno, así no me traiga ná…
Eran tiempos de apegados misterios locales, de
extraños aires musicales y cantos con letras humorísticas en los versos que sin
querer la gente se los aprendía, ya esos tiempos no existen, como tampoco existe
otro Diablo que vendía después, el cual se presentaba invariablemente el 2 de
febrero, día de la Candelaria, y era con el fin de adelantar invitación para la
fiesta de carnaval que se celebraría días después.
― Entonces era un Diablo mundanal.
― Este Diablo se presentaba en unión de otros,
con típicos instrumentos: furruco, tambora, charrasca, guitarrón y guitarrilla,
aquel Diablo tan especial de tiempo extendía esmerada invitación a la
sorprendida población cumanesa y en medio de los argumentos de su discurso
decía muy seriamente:
― ¿No es justo que al menos una vez al año los
habitantes de esta noble y sufrida ciudad primera tengan siquiera un día de
alegría?... Y extendía tal invitación en este tenor:
Cumaneses todos salgan
de su lugar, de su lugar…
bellas cumanesas salgan
de su lugar… de su lugar…
Y sigan al Diablo
el de mantilla…
Y sigan al Diablo
el de Sevilla…
Y sigan al Diablo
el de Castilla…
Y sigan al Diablo
de Tunantal…
Ese poblado de Tunantal está algo lejos de
Cumaná, de todas maneras, la gente le seguía alegremente metiendo ruido y
entusiasmo a todo dar por los sectores de Altagracia y Santa Inés, que era
barridas Coloniales.
Pero sucede que algunos sacerdotes de aquellos
tiempos, empezaron a ver todo esto con bastante preocupación, y fue así que de
manera muy prudente, pero con cierta decisión, fueron disminuyendo aquella
manifestación tan tradicional del Diablo Cumanés. Porque “dizque ejercía mala
influencia en las creencias del cristianaje” (hasta aquí lo que termina de
contar Francisco Cortesía Suárez)
Bien… Aquellos referidos tiempos han pasado,
pero ahora alguien decidió tomar el lugar de aquellos dos Diablos cumaneses
antecedentes. Y es así que en ciertas temporadas del año se presenta en ruidosa
comparsa, vestido completamente de negro, con brillante argolla en la nariz,
con grandes alas, armado de un tridente, presentando temible aspecto, mientras
va por toda la ciudad haciendo recordar algo que solamente él ha sabido
revivir, esa arraigada tradición del Diablo Cumanés.
Este aparecido de ahora es un gran exponente de
las culturas tradicionales cumanesas y se llama Luis del Valle Hurtado,
conocido en esta nueva era como El Diablo De Cumaná.
Comentario
final:
Recordando llega a extrañar bastante la
reacción de determinados sacerdotes de esos indicados tiempos contra aquella
manifestación entonces existente del Diablo Cumanés. El padre Adán Jiménez, el
padre Aurelio Monteagudo, el padre Rivas Escandel, el padre Aurelio Pérez, el
padre Martín de la Guerra. Todos era españoles y sabían en su conciencia que
estas manifestaciones que venían, tenían sus antecedentes allá en la propia
España. De tal manera comprobable en estas mismas palabras del padre Justo de
la Serna, que en un año no tan lejano como 1932, llegó a decir:
― Lo mismo que ahora veo tan exactamente por
las calles cumanesas, de mi niñez recuerdo haberlo visto allá en mi natal
Sevilla.
Bibliografía:
Fernando Madriz Galindo (2005). Maraya.
Crónicas tradicionales sucrenses. Edición de la Universidad de Oriente,
Dirección de Cultura y Extensión. Cumaná – Sucre.