El movimiento como
vida
En la foto: Rodolfo Varela, Leobaldo López, Ramón Núñez, Virginia Ruiz y Norelis Villalba, entre otros, en 1985
Por Rubi Guerra
Incluso el más desprevenido
paseante notaría en el centro de Cumaná, capital del estado Sucre, la presencia
de una gran cantidad de niñas y jóvenes con uniformes de distintas escuelas de
danza y baile: la Escuela de Danzas Nacionalistas de Antonio Torres, la Escuela
de Ballet Clásico Nena Coronil y la Escuela de Danza Contemporánea de Cumaná
(también conocida como Fundadanza, algo que aclararemos más adelante). Si este
hipotético paseante se moviera en círculos cada vez más amplios por la ciudad,
se encontraría con casi una veintena de otras escuelas, academias y grupos de
baile que hacen vida en la ciudad. No hay exageración alguna en decir que casi
todas, de una u otra manera, deben su existencia a la Escuela de Danza
Contemporánea de Cumaná.
La Escuelade Danza
Contemporánea ocupa dos edificaciones conectadas en la calle Sucre, a media
cuadra de la Iglesia Santa Inés, en un sector del casco histórico de Cumaná
donde se concentra una parte importante de la actividad cultural: la Casa Ramos
Sucre, la Casa Natal de Andrés Eloy Blanco, la Librería del Sur, el Teatro Luis
Mariano Rivera, la Red de Artes, la Biblioteca Pública Armando Zuluaga Blanco y
la Alianza Francesa, por nombrar sólo las instituciones más conocidas, se
encuentran en un leve arco de unos pocos cientos de metros.
Decretada por la gobernación
del estado Sucre en 1992 (es un ente adscrito a la Dirección de Cultura de la
gobernación), su existencia real comienza diez años antes, con el nombre de
Escuela Descentralizada de Danza, e incluso más atrás, en 1975, con la creación
del Taller de Danza Contemporánea, lo que demuestra que en toda historia hay
una prehistoria; incluso un momento anterior a ésta, cuando todavía ni se
sospechaba que algo estaba por iniciarse.
La
vocación y el trabajo
Durante años, el único lugar
donde se podía asistir a un espectáculo de danza o ballet en Cumaná era en el
auditorio del Núcleo de Sucre de la Universidad de Oriente, ubicado en Cerro
Colorado, un espacio hasta cierto punto separado de la ciudad. Esa realidad comienza
a cambiar en 1975 cuando Leobaldo López, Mireya Tamayo y Reina Linares son
llamados por la Oficina de Coordinación Cultural de la gobernación del estado
Sucre para que desarrollaran un proyecto alrededor de la danza contemporánea.
Los tres pertenecían al elenco de Danza Integral, un grupo formado por el
bailarín y coreógrafo Rodolfo Valera en Caracas y que acababa de disolverse
cuando su fundador y director decidió continuar su formación de bailarín en
Nueva York.
El proyecto de la Oficina de
Coordinación Cultural era crear la escuela de artes escénicas del estado Sucre,
donde se formarían los recursos humanos en teatro, títeres y danza
contemporánea.
–Llegamos en agosto del 75 –cuenta
Leobaldo López, profesor jubilado de la Escuela, pero que permanece activo en
las aulas– y comenzamos las reuniones para planificar primero un Taller de Danza
sin saber nada de lo que era eso, cómo era formar bailarines sin haber
completado nuestro propio proceso formativo. Aunque ya teníamos experiencia
como bailarines no la teníamos como docentes. De allí que tuvimos que ponernos
a estudiar, investigar, buscar la poca información que se tenía porque la
formación en danza en el país es muy joven y más en ese momento, hace casi
cuarenta años. No había texto en el que te pudieras orientar, no había pautas
que te guiaran; tuvimos que reinventar la pedagogía, con la experiencia que
teníamos como bailarines e intérpretes. A partir de un trabajo de equipo
formulamos una especie de programa de trabajo, más que un plan de estudios. En
ese momento creíamos que lo vocacional era lo principal para la formación de un
danzarín.
Empezaron un trabajo de sensibilización en los liceos de
Cumaná con las tres áreas previstas para la Escuela (teatro, danza y títeres),
primero en el centro de la ciudad y luego en la periferia, en los barrios
desasistidos de toda acción cultural gubernamental. Sensibilización y
proyección del arte, ésas eran sus orientaciones primarias. Pronto se conforma
el primer Taller de Danza Contemporánea que se hizo en Cumaná, con sede en la
Escuela de Artes Plásticas de Cumaná, y con el apoyo entusiasta de los artistas
plásticos de la ciudad.
Al año siguiente, 1976, se
hace la primera muestra del Taller en el Salón de Lectura de Cumaná. Algunos de
los integrantes de ese Taller fueron Betty Domínguez, Mercedes Balbás, Doris
Díaz, Noelia Espinoza y Marcelo Bottaro.
–Fue un movimiento audaz,
agresivo y creador –continúa López–. Algunos años después me fui a México a
estudiar coreografía. Estuve tres años y medio; regresé a Cumaná para ayudar a
Rodolfo en la creación de la Escuela con la intención de volver a México a
culminar mis estudios, pero el famoso Viernes Negro del 82 lo impidió.
Hasta ese momento, es
conveniente destacarlo, en Cumaná sólo se practicaban la Danza Nacionalista,
inspirada en el estilo desarrollado por Yolanda Moreno (y que tenía como
representantes en la ciudad a la Escuela de Danza Nacionalista, de la profesora
Yoleida Díaz, y Danzas Turimiquire, grupo de la Universidad de Oriente dirigido
por el profesor Ángel Alfonzo Albertini), y los grupos de bailes folklóricos y
tradicionales. A partir de 1976, fecha de la primera presentación, esa
situación cambió: se realizaron muchísimos espectáculos y la danza
contemporánea se enraizó en Cumaná.
Cuando se crea la Escuela
Descentralizada de Danza, en el 82, ya en Cumaná había siete años de tradición
de danza contemporánea.
–Había un movimiento bien
establecido –afirma Leobaldo López–, no había una escuela, pero sí la enseñanza
sistematizada de la danza contemporánea.
Nacimiento
de una Escuela
La figura de Rodolfo Varela
marca definitivamente a la Escuela de Danza Contemporánea de Cumaná. Fue su
primer director, además de impulsor y organizador principal. También es
presidente de Fundadanza, la organización creada para apoyar el funcionamiento
de la Escuela. En las paredes de la Escuela hay fotografías de Varela que
recuerdan su extensa vida artística, iniciada en 1962 con Sonia Sanoja, y en
una vitrina con trofeos reposa una docena de placas de reconocimiento a su
labor como gestor cultural, una faceta en su vida tan importante como la de
bailarín y coreógrafo.
Luego de cuatro años en Nueva
York, Rodolfo Varela regresa al país y recibe, como sus antiguos compañeros de
agrupación, una invitación de la Oficina de Coordinación Cultural para
organizar una escuela de danza contemporánea.
Hubo un primer momento, en 1982,
en el que Valera estudió la situación de la danza en Sucre y concluyó el
proyecto de la Escuela Descentralizada de Danza, de la cual fue designado
director. Allí se reunieron los tres principales proyectos dancísticos del
estado: la Escuela de Ballet Domingo Renault, de Carúpano; el Taller de Danza
Contemporánea, de Cumaná, adelantado por López, Linares y Tamayo; y la Escuela
de Danza Nacionalista de Yoleida Díaz; además se creó el núcleo de Cumanacoa,
también de danza nacionalista, que se le encargó a Narciso Gil. Todas estas
escuelas eran entes gubernamentales dependientes de la gobernación del estado
Sucre.
La recién constituida Escuela
Descentralizada de Danza inició sus actividades en la sede de la Oficina de
Coordinación Cultural, en la calle Bolívar, en pleno casco histórico, a pocos
metros de la Iglesia Santa Inés, verdadero centro espiritual de la colectividad
cumanesa. Valera recuerda que la Escuela comenzó bien, con mucho entusiasmo,
pero relativamente pronto se presentaron “problemas de liderazgo”; afirma que “algunos
de los integrantes del colectivo dancístico me veían como un invasor. Pagué un
noviciado muy alto; tuve que taparme los oídos, ponerme las bridas y seguir
hacia adelante y esperar que los demás se convencieran de que la intención no
era competir absolutamente con nadie sino trabajar absolutamente por todos”.
Luego de una decena de años el
proyecto se disuelve y cada escuela vuelve a su condición autónoma. En ese
momento se decreta la creación de la Escuela de Danza Contemporánea de Cumaná y
desaparece la Escuela Descentralizada. Era el año 1992. A pesar del cambio de
nombre, hay una continuidad absoluta entre las dos instituciones; es la misma
sede y los mismos profesores, animados por la misma voluntad de construir, casi
de la nada, un movimiento dancístico que trascendiera las fronteras de la ciudad.
Primeros
pasos
La Escuela de Danza comienza a
funcionar en la calle Bolívar, como se dijo, en las que fueran dependencias de
la Oficina de Coordinación Cultural, pero no tenía sede propia. El siguiente
paso en la consolidación de la institución fue comenzar a luchar por la sede.
A pesar de las muchas
gestiones y antesalas que hubo que hacer, Rodolfo Varela considera que el
proceso ante los organismos públicos resultó inesperadamente fluido. Lo más
difícil fue convencer a los dueños de que vendieran. Finalmente se solicitó una
audiencia ante el presidente Jaime Lusinchi para plantearle el proyecto, pero
quien asistió fue su asistente, Blanca Ibáñez.
“¿Cuánto vale el edificio?”,
le preguntó la señora Ibáñez. “Podemos comprar la cuadra entera”, continuó.
Varela reconoce entre risas que le faltaron agallas para aceptar el
ofrecimiento.
El Ministerio para el
Desarrollo Urbano compró el Hotel Colón, con el frente a la calle Sucre, que
era lo que eufemísticamente se conoce como un hotel para parejas, en el centro
de la ciudad. Las dos edificaciones –la de la calle Bolívar y el hotel– se
conectaban por sus paredes traseras ya que las calles Bolívar y Sucre son
paralelas.
Lo primero que se hizo fue
derribar una pared, construir una puerta y ensamblar las dos edificaciones. La
Escuela necesitaba imperativamente crecer, así que se siguieron tumbando
paredes, se construyeron salones, gradas, se remodeló y pintó. Las habitaciones
y oficinas se transformaron en salones de ensayo con pisos de madera, espejos
en las paredes y barras; además de salas de reunión, baños, áreas donde los
padres pueden esperar a sus hijos en bancos no demasiado cómodos pero que
cumplen con su función.
Pero las necesidades de la
Escuela no se detuvieron allí. Posteriormente, con el apoyo del alcalde Elio
Figuera, se logró que se comprara la antigua sede de Radio Cumaná. Ésta era una
vieja casa de dos pisos al lado del antiguo Hotel Colón, una edificación
ruinosa y hermosa (como muchas otras casas del casco histórico de Cumaná) que
tiene el dudoso prestigio de haber sido, antes de emisora radial, sede de la
Seguridad Nacional perezjimenista.
Esta tercera edificación se
adquiere con la intención expresa de ser un futuro Museo de la Danza, y así lo
afirma el cartel en su fachada, pero este objetivo no se ha cumplido. En la
actualidad (y me permito romper el orden cronológico en este punto), el futuro
Museo de la Danza sigue siendo una ruina que apenas es utilizado por la
Escuela, aunque en su auditorio, heredado de Radio Cumaná, se realizan reuniones
y espectáculos eventuales. Su fachada, de arquitectura poco común para la zona,
y de vibrantes tonos amarillo, verde y blanco,
no hace sospechar que su laberíntico interior se encuentre tan
deteriorado. Para este cronista es inevitable preguntarse si la vieja casa no
se habrá convertido en una rémora para la Escuela, un peso muerto que
arrastrará por algunos años más hasta que colapse del todo. Por otra parte,
también se dice (el mismo cronista) que si la Escuela de Danza Contemporánea
contara con el apoyo que se merece, este espacio semiabandonado podría ser una
de los más hermosos con los que pudiera contar la institución y la ciudad
entera.
La Escuela nació, formalmente,
en 1992, que es cuando adquiere su nombre actual, recuerda Rosa Linares, directora
desde 2006, quien fuera estudiante, integrante de los distintos grupos que ha
tenido la Escuela a lo largo de los últimos veinte años y profesora.
Fundación
y Escuela
En forma paralela a estos
acontecimientos, se constituye en 1984 la Fundación para la Danza del Estado
Sucre, más conocida como Fundadanza. No bastaba con tener una escuela, se
necesitaba un plan coherente de formación y una política cultural en el área de
la danza del estado Sucre. Por otra parte, aunque la Dirección de Cultura pagaba
los sueldos del personal “escasamente se ocupaba de otra cosa como el papel
higiénico”, afirma Rodolfo Varela, presidente de la Fundación. Y ésta comienza
a dar frutos, sobre todo en el área de difusión y promoción de la danza en
todas sus manifestaciones y estilos. En la actualidad, todas las escuelas de
baile y danza de la ciudad tienen detrás una fundación que lucha por ellas,
pero al comienzo Fundadanza fue muy atacada porque no se entendía esa visión.
Fundadanza nace con el doble
propósito de apoyar y defender la Escuela Descentralizada de Danza y promover
el desarrollo de la danza en el estado. El primer propósito tiene una vertiente
que no ha dejado de tener consecuencias: como la Escuela carece de personalidad
jurídica, ha sido Fundadanza la encargada de canalizar gran parte de los
recursos monetarios que la actividad requiere, bien sea a través de la
asignación directa de recursos gubernamentales o mediante la consecución de
recursos autogestionados.
Sobre esto, dice Rosa Linares:
“Fundadanza siempre ha llevado las gestiones administrativas. El comodato de
las distintas edificaciones se le otorga a Fundadanza, en su condición de
institución que nace para apoyar a la Escuela”.
Esta situación, aunque
beneficiosa en el largo plazo, ha colocado a la Escuela de Danza Contemporánea
en cierta minusvalía con respecto a Fundadanza; cuando menos, en el manejo de
la imagen pública. Es fácil confundir una con otra, sobre todo cuando en la
fachada de las dos sedes de la Escuela el nombre que aparece es el de Fundadanza.
Por otra parte, hay que considerar que durante los primeros años el presidente
de la Fundación era el mismo director de la Escuela, y los demás miembros de la
fundación eran profesores de la misma institución, acompañados de padres y
representantes; no había posibilidad ni necesidad de conflicto.
Como dice Leobaldo López a
evaluar aquellos años: “La relación del público cumanés con la danza
contemporánea ha crecido mucho gracias a la labor de Rodolfo con la Fundación,
que enriqueció el movimiento dancístico”.
En cuanto al desarrollo de la
danza en el estado Sucre, Fundadanza es responsable de la creación y
organización del Festival Sucrentino de Danza, una actividad anual que en 2015
cumplió 30 años, y que ha congregado lo más importante de la danza
contemporánea venezolana. Con altibajos, el Festival se ha convertido en una
referencia nacional en el mundo de la danza y ha contribuido de manera
fundamental en la consolidación de un público para esta manifestación artística
en Cumaná.
Cinco
generaciones de bailarines
A pesar de su juventud,
Naisgelys Álvarez es una de las profesoras que tiene una de las permanencias
más largas en la Escuela. Por supuesto, no en el mismo rol de profesora. Como
otros miembros del cuerpo docente, empezó como alumna de la misma Escuela; en
su caso,“pegando brincos” desde los cinco años. Acompañada y alentada por un
tío recorrió el espectro de posibilidades que la ciudad ofrecía para una niña
interesada en las artes: talleres de pintura, serigrafía, lectura, danza… Al
final escogió y se decantó por la danza. Durante la adolescencia, ante las
responsabilidades y exigencias del bachillerato, estuvo a punto de abandonar.
Hacia los 16 años terminó su
formación en la Escuela, pero nunca se desprendió de ésta, ya que siguió
asistiendo a clases e integrando los distintos grupos, principalmente en la
Compañía Juvenil. A los 20 años comenzó
a ser profesora, sobre todo de la asignatura Danza Creativa, para la que se
estuvo capacitando de la mano del profesor Ramón Núñez.
–La danza creativa tiene que
ver con el juego y el desarrollo de la confianza –dice Naisgelys–, tiene que ver
con lo que necesita el niño para conocer su cuerpo, y una vez que lo conoce y
ha desarrollado esa confianza interna, entonces comenzar a darle importancia al espacio que tiene
alrededor. Este es un trabajo que llevo adelante con niñas de cinco años.
Luego de varios años sin una
agrupación estable, la profesora Álvarez está a cargo de un elenco juvenil en
pleno desarrollo, con la dirección técnica de Leobaldo López, quien fuera
director de la anterior Compañía Juvenil de Danza de Cumaná, grupo con el que
la Escuela alcanzó notable proyección nacional. Este nuevo elenco juvenil, que
tiene ya varias coreografías montadas y algunas presentaciones en diversos
escenarios de la ciudad, es lo mejor que le ha pasado a la profesora Álvarez,
según sus propias palabras. Con algunas de las jóvenes ha trabajado por una
década y en muchas ocasiones le han
afirmado que están allí por la motivación y el incentivo que han encontrado en
ella. “Ellas me adoptaron”, dice.
Sin embargo, Álvarez está
consciente de las limitaciones que se arrastran desde hace varios años: las
dificultades para proyectar al grupo, que el trabajo se conozca más allá de la
misma Escuela o del reducido círculo de los padres y representantes.
Por su parte, la profesora
Linares destaca que las estudiantes de la Escuela tienen una formación técnica
que la diferencia de las academias de baile existentes en la ciudad.
–Las niñas –afirma–vienen a
trabajar con un diseño curricular, cada nivel tiene su programa: predanza,
preparatoria, primer año, segundo año… salen como a los quince años; las que se
quedan pueden hacer dos o tres años de especialización. Tienen una base técnica
para entrar en cualquier compañía de danza del país.
Para el veterano Leobaldo
López la mayor satisfacción es haber formado cinco generaciones de bailarines,
algunos de los cuales siguen en la ciudad, mientras otros viven en Caracas, o
en ciudades de Canadá y Alemania, y “continúan
en el mundo de la danza”.
–Estoy jubilado pero sigo en
la danza –dice–, y sigo en la Escuela porque la danza es mi vida, aunque vine a
entender lo que significaba mucho tiempo después de haber regresado de México. Con
los años, me interesó más dejar el semillero. Debemos formar instructores de
danza, debemos lograr que se entienda la responsabilidad que implica estar
frente a un grupo de estudiantes, cuando se trata no de moverte, sino de
enseñar a moverse a otro. Sobre todo necesitamos instructores en el nivel
básico; no se puede levantar una casa sin bases, porque el viento te la tumba,
el agua te la lleva. Los maestros se retiran y no hay una generación de relevo
suficientemente formada.
La preocupación por la
formación y capacitación de nuevos instructores y maestros de danza es
compartida por Rodolfo Varela, en su calidad de presidente de Fundadanza, y
Rosa Linares, como directora de la Escuela de Danza Contemporánea de Cumaná.
La solución a este problema no
resulta obvia. En algún momento del pasado, la Escuela no solo tuvo suficientes
maestros de danza, sino también de música, ballet, expresión corporal y teatro,
producto de un diseño curricular elaborado conjuntamente con la Universidad de
Oriente que buscaba la formación integral de los egresados. Sin embargo,
algunos docentes renunciaron, otros se trasladaron a otras instituciones, otros
fueron jubilados, y las vacantes no sólo no fueron suplidas por la gobernación
del estado Sucre, sino que hay casos de porteros y bedeles de otras
dependencias que ostentan cargos de maestros de danza. El resultado es que la
Escuela se quedó sin maestros: en la actualidad, sólo cuenta con dos profesoras
fijas, cuatro docentes contratados pagados con las mensualidades de las
alumnas, y un profesor jubilado que sigue prestando sus servicios.
¿De dónde sacar, entonces, los
maestros necesarios? Una solución pudiera estar en las instancias nacionales si
se lograran los acuerdos interinstitucionales que permitieran que graduados del
Instituto Superior de Danza o de otras instituciones vinieran a Cumaná como
docentes y para formar a nuevos instructores. Es algo por lo que todavía se
espera, pero que no está fuera de los planes.
Un
movimiento huracanado
En el año 2007 se aprobó el primer
subsidio directo en la Ley de Presupuesto del Estado Sucre para la Escuela de
Danza Contemporánea de Cumaná; en el 2008, el último. El primero fue de diez
millones de bolívares, el segundo de veinte. Dicho de otra manera: desde hace
seis años, la institución no recibe dinero ni de su ente rector, la Dirección
de Cultura del estado Sucre, ni de ningún otro organismo público o privado.
Desde esa fecha la Escuela se
mantiene con la colaboración de padres y representantes. Ese dinero se utiliza
para todo: trajes, maquillaje, pago de transporte para trasladarse al sitio de
las presentaciones, talleres formativos, meriendas, agasajo de las madres, pago
de empleados contratados, material de limpieza y oficina, luces. Otra fuente de
ingresos son las dos galas anuales de la escuela, en julio, por el cierre de
año escolar, y en diciembre por el fin de año.
–Hemos venido cubriendo las
necesidades mayores de la institución con las galas de fin de año –dice Rosa
Linares mientras conversamos en una espaciosa y vacía sala del futuro Museo de
la Danza–: pintura, reparación de los salones, el techo de la entrada principal
y el de este edificio. El Estado aporta los sueldos de los empleados fijos.
Todo lo demás sale de los padres y representantes. También se recurre
ocasionalmente a las rifas, tómbolas y vendimias como forma de obtener
recursos.
Al hacer un balance de las
necesidades presupuestarias de la Escuela de Danza Contemporánea, algo que vaya
más allá de las necesidades básicas y que permita que ésta alcance el
desarrollo pleno de sus potencialidades, la cifra estaría entre 350.000 y
400.000 bolívares anuales; una cantidad relativamente pequeña si consideramos
la historia, la trayectoria y el servicio que ha prestado y sigues prestando al
mundo cultural cumanés, pero insalvable desde las prácticas de la autogestión.
Con una matrícula que oscila
cada año entre 160 y 180 estudiantes de edades entre los cinco y los veinte
años, los cuatro salones con los que cuenta la Escuela parecen suficientes si
las cosas deben seguir igual, pero no es ésa la visión que tienen sus
directivos y profesores. El deseo que los anima es que la Escuela siga
creciendo y su influencia se extienda a las instituciones de educación básica.
Es allí donde está “el semillero” del que habla Leobaldo López.
En esta visión coinciden con
una antigua estudiante, Hildegard Peñaloza, quien en Freiburg, Alemania,
participa del movimiento de biodanza, al afirmar: “Siempre estuve segura de que
Rodolfo Varela, con toda su pasión y su hacer sistemático y pulcro, se
convertirá en el ojo de un movimiento huracanado que a su vez convertirá a Venezuela, y no sólo
Cumaná, más temprano que tarde, en una fuente abundante de danza e integración
de vida en la vida de la gente. El país se llenará de escuelas de danza, éstas
estarán anexas a cada vez más escuelas regulares, o algo por el estilo, grande”.
Nota: El
presente reportaje fue publicado originalmente en el libro “Gente que hace
escuela: Un país de instituciones”, por Banesco, en 2014.
Leyenda de la foto: Rodolfo Varela, Leobaldo
López, Ramón Núñez, Virginia Ruiz y Norelis Villalba, entre otros, en 1985