El balcón de los Olleta, popularmente conocida, desde hace
varias generaciones, como “La Casa del Cable” o “Casa Francesa” está ubicada
frente a la Plaza Santa Rosa de Lima dentro del casco histórico de la ciudad
de Carúpano en el estado Sucre de Venezuela.
Su arquitectura corresponde a la clásica colonial española, pero a lo
largo de los años, a medida en que la casa fue ampliándose y
modificándose, también se mezclaron el estilo republicano con el antillano
de las islas caribeñas, o llamado también “french colonial”. Hoy les contaremos
su historia a través de las contribuciones sociales, políticas, económicas y
culturales más importantes que desde esta casa se hicieron, a lo largo de 192
años, para la construcción y desarrollo de la ciudad de Carúpano, del
Golfo de Paria y de toda Venezuela.
En el año 1821 las autoridades de la recién nacida República de los Estados Unidos de Venezuela, autorizaron
y concedieron una licencia comercial permanente, y por tiempo indefinido, al
Señor Juan María Olleta, para instalarse en la ciudad de Carúpano y fundar su
primer asiento comercial. Juan María Olleta y su hermano, Antonio Olleta, eran
hijos de un almirante de fragata francés, y desde 1816, colaboraron con los
patriotas en la cruenta guerra de independencia venezolana. En aquel momento el
país estaba en llamas, Carúpano había quedado devastada y, al igual que la
mayoría de los estados del país que luego de muchos años de batallas, habían
desembocado en una inestabilidad social y económica en la que casi nadie
podía comercializar o estabilizarse pues no se sabía en manos de que
bando, realista o patriótico, caerían las ciudades, y como consecuencia había
mucha confrontación, saqueos, hambre y desolación. El 25 de noviembre de 1821,
las tropas españolas salen definitivamente de la ciudad de Carúpano, que era
una villa portuaria que pocos años después comenzaría a crecer en forma
vertiginosa. Los hermanos Olleta pusieron sus barcos a la orden de la causa
independentista, prestaron muchos servicios a los patriotas venezolanos.
En agradecimiento y como reconocimiento de sus hazañas en la
guerra, le concedieron la licencia comercial. Juan María Olleta
compró y se instaló en el balcón de los Olleta y desde ese momento su aporte a
la sociedad carupanera fue inmenso pues desde allí comenzó a comercializar alimentos
y artículos de primera necesidad, que en aquellos tiempos de guerra estaban
escasos, y ayudó a la estabilización y posterior desarrollo, no solo de los
vecinos carupaneros sino del estado Sucre. Años más tarde, su hermano, Antonio
Olleta, se convirtió en Alcalde de la ciudad, encabezando y trabajando para
reconstruir la comunidad y devolver el bienestar social. Es muy probable
que Antonio Olleta hubiese iniciado la construcción de la segunda fase de la
casa: el balcón de madera que lo caracteriza y que durante muchos años fue
llamado y conocido como “El balcón de los Olleta”.
En 1830, aproximadamente, llegó desde las antillas al
puerto de la ciudad de Carúpano, un joven matrimonio, que por razones políticas
tuvo que huir de Martinica. El muchacho se llamaba Luis Víctor Geoffroy Oliver y era
naturalista, de profesión boticario, inclinado con preferencia a la
farmacología botánica y su esposa María Antonia Sapiz Rousel. Diez años más
tarde Geoffroy estaba completamente instalado como nuevo vecino de Carúpano.
Tenían una hacienda de caña de azúcar, que ocupaba los terrenos que hoy
corresponden a las dos últimas cuadras de la Calle Independencia, y desde la
cual procesaba ron añejo y papelón. Luis Víctor Geoffroy, adquirió el balcón de
los Olleta desde donde podría haber instalado una botica y/o atendido a los
vecinos prestando sus servicios como farmaceuta y herbolario. A lo largo de
veintiséis años que vivió en Carúpano, Luis Víctor Geoffroy se convirtió en un
enamorado de la fauna y la flora, tuvo un jardín botánico, una casa solariega,
en donde cultivó un herbario. Fue un ciudadano y compatriota ejemplar, que
ayudó a muchos enfermos a curar y tratar sus dolencias, y que “sin duda sobresalió
en el reducido ambiente intelectual del Carúpano de mediados de siglo XIX”. El
día 6 de septiembre de 1856 perdió la vida a causa de contagiarse de cólera
morbos, peste que azotó duramente a la población de Carúpano, cuando el
contagio a mediados de los años 50 se extendió por toda Latinoamérica. Fue la
época que el escritor Gabriel García Márquez retrató en su famoso libro “Amor
en los tiempos de cólera”. Luis Víctor Geoffroy dio su vida heroicamente pues
atendió durante muchos días y noches a las numerosas víctimas del cólera.
Cuando se abrió el puerto de Carúpano para rutas entre el
continente europeo y América aumentaron las exportaciones en los rubros de
cacao, café, caña de azúcar y azufre de la Península de Paria. El auge del
comercio y la llegada de tantos extranjeros, que pronto hicieron de esta ciudad
su casa, provocó que muchos países abrieran consulados y oficinas diplomáticas
y así para finales del siglo XIX, existían representaciones de: España,
Francia, Estados Unidos, Italia, Holanda, Brasil, México, Costa Rica, Panamá,
Chile y un viceconsulado de Dinamarca. Carúpano se convirtió en una ciudad
cosmopolita, un puerto internacional tan importante como el de Puerto Cabello o
La Guaira. Por tales motivos, en 1876, el Gobierno de Venezuela a través,
del Ministro de Relaciones Interiores, le concede, al Sr. Gabon Naphegyi,
Director General de la compañía “Franco Venezolana de París”, la conexión del
Cable Submarino desde la isla inglesa de Trinidad y Tobago hasta Carúpano,
atravesando la bahía de Drago. Entre las cláusulas del contrato del gobierno
estipulaba que una vez instalado el cable este se enlazaría con Cumaná y
después con el resto del país vía terrestre. En septiembre de 1876 y a
solicitud del Sr. Naphegyi, se aprueba el traspaso de la concesión a la
compañía “The West Indian and Panamá Telegraph Cable Company de Londres” y se
amplía la concesión de 15 a 25 años. Para finales de 1877 fue prevista su
instalación definitiva. Su oficina fue instalada en el balcón de los Olleta.
El balcón de los Olleta se convirtió en el primer punto de
conexión telegráfico entre dos mundos que se habían encontrado por primera vez
cuatrocientos años antes, con la llegada de Cristóbal Colón a la Península de
Paria. El balcón de los Olleta fue la sede de la oficina donde operó el primer
cable sub-marino entre Europa (Marsella) y Sudamérica (Venezuela). Todavía
existe la ventanilla abierta, por donde los usuarios, escribían y compraban las
palabras que tendría cada telegrama. Cada palabra tenía un precio, que muchos
historiadores opinan que para la época era costoso, por lo que se empleaban
códigos en donde cada palabra significaba todo un mensaje
completo. La compañía del Cable Frances mantuvo su concesión sin
contratiempos y prestó sus servicios de telecomunicaciones hasta que en tiempos
del gobierno de Cipriano Castro, a comienzos del siglo XX (1902) y a raíz de
que el gobierno venezolano desconociera la deuda pública contraída con países
extranjeros, varios gobiernos europeos le hicieron un bloqueo a la República de
Venezuela, y comenzaron a utilizar los servicios de comunicación de la compañía
como medio para boicotear la información de las revoluciones y alzamientos que
se producían contra el gobierno de Venezuela intentando derrocar al presidente
Castro. La crisis llegó al punto de que el presidente firmó un decreto de
expulsión de los vecinos extranjeros residenciados en Carúpano, principalmente
los vecinos corsos.
Como el balcón de los Olleta se encuentra en un lugar
neurálgico de la ciudad portuaria siempre ha tenido la función de conectar y
comunicar a distintas culturas y por tal motivo ha sido uno de los lugares
protagónicos y principales para el desarrollo, crecimiento y evolución, no
solamente de Carúpano, sino de la Península de Paría, Latinoamérica y su unión
con el resto de la comunidad internacional. Cuando comienza el siglo XX,
Carúpano era una ciudad emocionante, con un tranvía, faroles de luces,
mercancía de Europa, almacenes de distintas tiendas internacionales, lujo y
como puerto desde donde el cual los barcos vapores atravesaban el mar
Atlántico, era el primer lugar en tierra firme americana en donde hacían parada
muchos comerciantes.
Con el advenimiento y descubrimiento del petróleo, ya hacia
la tercera década del siglo XX (1935), y nuevos medios de comunicación como el
teléfono, la compañía del Cable Frances, perdió su concesión y su vigencia, y
toda esa tecnología del telégrafo quedó abandonada. En aquel momento, el casero
del balcón de los Olleta, era el Sr. Mayz, un importante comerciante carupanero,
utilizó la casa como vivienda principal, y como almacén de mercancías.
El balcón de los Olleta, desde los tiempos de los hermanos
Olleta, siempre ha tenido una doble función: la de ser vivienda personal, en
una parte, sobre todo en el piso superior, en donde se encuentra el salón de
madera, el balcón y las habitaciones, y al mismo tiempo, ser un centro de
reunión, de convergencia, de comercio o de atención al público.
Durante casi cuatro décadas del siglo XX el balcón de
los Olleta, poco a poco, fue cayendo en el olvido, y pasó a tener múltiples
usos: Fue una oficina pública de identificación nacional, en donde se emitían
las Cédulas de Identidad, casualmente por la misma ventanita que se utilizó en
los tiempos de la Compañía del Cable Frances. También fue un colegio de monjas,
fue un centro de apuestas hípicas, fue un almacén comercial de colchones y
vivienda de comerciantes. Estos usos la fueron deteriorando hasta el límite de
que perdió el techo de arriba, y, casi todos los vestigios de la arquitectura
antillana. Casi ningún vecino recordaba la historia en todo su esplendor. Nadie
podía imaginarse al alcalde Antonio Olleta dando discursos desde el balcón de
madera a todos los habitantes de la ciudad.
A finales de la década de los ochenta un filántropo e
importante empresario del turismo llamado Wilfried Merle, quien emigró desde
Alemania y se hizo ciudadano venezolano, adquirió el balcón de los Olleta, que
estaba prácticamente derruida, y con la ayuda de historiadores y expertos en
arquitectura colonial y republicana, poco a poco, inició una restauración que
le tomaría años realizar. El piso superior fue reconstruido completamente por
un maestro carpintero. En 1992, su hijo, Thomas Merle, fallece trágicamente en
un accidente aéreo en el Golfo de Paría, y desde ese momento y para rendirle un
homenaje, Wilfried Merle, fundó la Fundación Thomas Merle, quien desde 1993 ha
fomentado la educación ambiental, la protección de la fauna y flora, y el
estudio de la botánica y ecosistema tropical, tanto a los niños de
comunidades rurales como a estudiantes extranjeros. El balcón de los Olleta,
una vez más, vuelve a ser el centro de conexiones que durante dos siglos
ha sido; pues en 1994 fue el primer lugar en donde se conectó Internet.
En el año 2012 Alejandro Prosperi, bisnieto de Quirico
Prosperi, cuya familia tiene siglos de trayectoria en Venezuela y a través de
sus diferentes generaciones han contribuido con el desarrollo agrícola,
comercial, industrial, financiero, social, político y cultural de nuestro país,
decidió constituir la Fundación Quirico Prosperi y adquirió el balcón de los
Olleta, de manos de Wilfried Merle. Más que adquirir, fue un relevo para
continuar con la labor de cuidar el patrimonio nacional con el compromiso de
embellecer, engrandecer y recuperar la importancia que ha tenido Carúpano y su
puerto, Paria y su tierra y que junto a diferentes grupos de emigrantes dejaron
a esta ciudad encantadora y preciosa tierra marcada en la Historia de Venezuela
y del Mundo. El 15 de Julio del 2013 se culminaron las obras de restauración de
esta casa que sumadas a los esfuerzos anteriores, le han devuelto su esplendor
original.
Puede
leer el artículo original, con más fotografía, en: http://www.prospery.net/Historia_Casa_del_Cable.html