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2018

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Balcón de los Olleta o la Casa del Cable, conexión entre dos mundos.


El balcón de los Olleta, popularmente conocida, desde hace varias generaciones, como “La Casa del Cable” o “Casa Francesa” está ubicada frente a la Plaza Santa Rosa de Lima dentro del casco histórico de la ciudad de Carúpano en el estado Sucre de Venezuela. Su arquitectura corresponde a la clásica colonial española, pero a lo largo de los años, a medida en que la casa fue ampliándose y modificándose, también se mezclaron el estilo republicano con el antillano de las islas caribeñas, o llamado también “french colonial”. Hoy les contaremos su historia a través de las contribuciones sociales, políticas, económicas y culturales más importantes que desde esta casa se hicieron, a lo largo de 192 años, para la construcción y desarrollo de la ciudad de Carúpano, del Golfo de Paria y de toda Venezuela.

En el año 1821 las autoridades de la recién nacida República de los Estados Unidos de Venezuela, autorizaron y concedieron una licencia comercial permanente, y por tiempo indefinido, al Señor Juan María Olleta, para instalarse en la ciudad de Carúpano y fundar su primer asiento comercial. Juan María Olleta y su hermano, Antonio Olleta, eran hijos de un almirante de fragata francés, y desde 1816, colaboraron con los patriotas en la cruenta guerra de independencia venezolana. En aquel momento el país estaba en llamas, Carúpano había quedado devastada y, al igual que la mayoría de los estados del país que luego de muchos años de batallas, habían desembocado en una inestabilidad social y económica en la que casi nadie podía comercializar o estabilizarse pues no se sabía en manos de que bando, realista o patriótico, caerían las ciudades, y como consecuencia había mucha confrontación, saqueos, hambre y desolación. El 25 de noviembre de 1821, las tropas españolas salen definitivamente de la ciudad de Carúpano, que era una villa portuaria que pocos años después comenzaría a crecer en forma vertiginosa. Los hermanos Olleta pusieron sus barcos a la orden de la causa independentista, prestaron muchos servicios a los patriotas venezolanos.  En agradecimiento y como reconocimiento de sus hazañas en la guerra, le concedieron la licencia comercial. Juan María Olleta compró y se instaló en el balcón de los Olleta y desde ese momento su aporte a la sociedad carupanera fue inmenso pues desde allí comenzó a comercializar alimentos y artículos de primera necesidad, que en aquellos tiempos de guerra estaban escasos, y ayudó a la estabilización y posterior desarrollo, no solo de los vecinos carupaneros sino del estado Sucre. Años más tarde, su hermano, Antonio Olleta, se convirtió en Alcalde de la ciudad, encabezando y trabajando para reconstruir la comunidad y devolver el bienestar social. Es muy probable que Antonio Olleta hubiese iniciado la construcción de la segunda fase de la casa: el balcón de madera que lo caracteriza y que durante muchos años fue llamado y conocido como “El balcón de los Olleta”.

En 1830, aproximadamente, llegó desde las antillas al puerto de la ciudad de Carúpano, un joven matrimonio, que por razones políticas tuvo que huir de Martinica. El muchacho se llamaba Luis Víctor Geoffroy Oliver y era naturalista, de profesión boticario, inclinado con preferencia a la farmacología botánica y su esposa María Antonia Sapiz Rousel. Diez años más tarde Geoffroy estaba completamente instalado como nuevo vecino de Carúpano. Tenían una hacienda de caña de azúcar, que ocupaba los terrenos que hoy corresponden a las dos últimas cuadras de la Calle Independencia, y desde la cual procesaba ron añejo y papelón. Luis Víctor Geoffroy, adquirió el balcón de los Olleta desde donde podría haber instalado una botica y/o atendido a los vecinos prestando sus servicios como farmaceuta y herbolario. A lo largo de veintiséis años que vivió en Carúpano, Luis Víctor Geoffroy se convirtió en un enamorado de la fauna y la flora, tuvo un jardín botánico, una casa solariega, en donde cultivó un herbario. Fue un ciudadano y compatriota ejemplar, que ayudó a muchos enfermos a curar y tratar sus dolencias, y que “sin duda sobresalió en el reducido ambiente intelectual del Carúpano de mediados de siglo XIX”. El día 6 de septiembre de 1856 perdió la vida a causa de contagiarse de cólera morbos, peste que azotó duramente a la población de Carúpano, cuando el contagio a mediados de los años 50 se extendió por toda Latinoamérica. Fue la época que el escritor Gabriel García Márquez retrató en su famoso libro “Amor en los tiempos de cólera”. Luis Víctor Geoffroy dio su vida heroicamente pues atendió durante muchos días y noches a las numerosas víctimas del cólera.

Cuando se abrió el puerto de Carúpano para rutas entre el continente europeo y América aumentaron las exportaciones en los rubros de cacao, café, caña de azúcar y azufre de la Península de Paria. El auge del comercio y la llegada de tantos extranjeros, que pronto hicieron de esta ciudad su casa, provocó que muchos países abrieran consulados y oficinas diplomáticas y así para finales del siglo XIX, existían representaciones de: España, Francia, Estados Unidos, Italia, Holanda, Brasil, México, Costa Rica, Panamá, Chile y un viceconsulado de Dinamarca. Carúpano se convirtió en una ciudad cosmopolita, un puerto internacional tan importante como el de Puerto Cabello o La Guaira. Por tales motivos, en 1876, el Gobierno de Venezuela a través, del Ministro de Relaciones Interiores, le concede, al Sr. Gabon Naphegyi, Director General de la compañía “Franco Venezolana de París”, la conexión del Cable Submarino desde la isla inglesa de Trinidad y Tobago hasta Carúpano, atravesando la bahía de Drago. Entre las cláusulas del contrato del gobierno estipulaba que una vez instalado el cable este se enlazaría con Cumaná y después con el resto del país vía terrestre. En septiembre de 1876 y a solicitud del Sr. Naphegyi, se aprueba el traspaso de la concesión a la compañía “The West Indian and Panamá Telegraph Cable Company de Londres” y se amplía la concesión de 15 a 25 años. Para finales de 1877 fue prevista su instalación definitiva. Su oficina fue instalada en el balcón de los Olleta.

El balcón de los Olleta se convirtió en el primer punto de conexión telegráfico entre dos mundos que se habían encontrado por primera vez cuatrocientos años antes, con la llegada de Cristóbal Colón a la Península de Paria. El balcón de los Olleta fue la sede de la oficina donde operó el primer cable sub-marino entre Europa (Marsella) y Sudamérica (Venezuela). Todavía existe la ventanilla abierta, por donde los usuarios, escribían y compraban las palabras que tendría cada telegrama. Cada palabra tenía un precio, que muchos historiadores opinan que para la época era costoso, por lo que se empleaban códigos en donde cada palabra significaba todo un mensaje completo. La compañía del Cable Frances mantuvo su concesión sin contratiempos y prestó sus servicios de telecomunicaciones hasta que en tiempos del gobierno de Cipriano Castro, a comienzos del siglo XX (1902) y a raíz de que el gobierno venezolano desconociera la deuda pública contraída con países extranjeros, varios gobiernos europeos le hicieron un bloqueo a la República de Venezuela, y comenzaron a utilizar los servicios de comunicación de la compañía como medio para boicotear la información de las revoluciones y alzamientos que se producían contra el gobierno de Venezuela intentando derrocar al presidente Castro. La crisis llegó al punto de que el presidente firmó un decreto de expulsión de los vecinos extranjeros residenciados en Carúpano, principalmente los vecinos corsos.

Como el balcón de los Olleta se encuentra en un lugar neurálgico de la ciudad portuaria siempre ha tenido la función de conectar y comunicar a distintas culturas y por tal motivo ha sido uno de los lugares protagónicos y principales para el desarrollo, crecimiento y evolución, no solamente de Carúpano, sino de la Península de Paría, Latinoamérica y su unión con el resto de la comunidad internacional. Cuando comienza el siglo XX, Carúpano era una ciudad emocionante, con un tranvía, faroles de luces, mercancía de Europa, almacenes de distintas tiendas internacionales, lujo y como puerto desde donde el cual los barcos vapores atravesaban el mar Atlántico, era el primer lugar en tierra firme americana en donde hacían parada muchos comerciantes.

Con el advenimiento y descubrimiento del petróleo, ya hacia la tercera década del siglo XX (1935), y nuevos medios de comunicación como el teléfono, la compañía del Cable Frances, perdió su concesión y su vigencia, y toda esa tecnología del telégrafo quedó abandonada. En aquel momento, el casero del balcón de los Olleta, era el Sr. Mayz, un importante comerciante carupanero, utilizó la casa como vivienda principal, y como almacén de mercancías.

El balcón de los Olleta, desde los tiempos de los hermanos Olleta, siempre ha tenido una doble función: la de ser vivienda personal, en una parte, sobre todo en el piso superior, en donde se encuentra el salón de madera, el balcón y las habitaciones, y al mismo tiempo, ser un centro de reunión, de convergencia, de comercio o de atención al público.

Durante casi cuatro décadas del siglo XX el balcón de los Olleta, poco a poco, fue cayendo en el olvido, y pasó a tener múltiples usos: Fue una oficina pública de identificación nacional, en donde se emitían las Cédulas de Identidad, casualmente por la misma ventanita que se utilizó en los tiempos de la Compañía del Cable Frances. También fue un colegio de monjas, fue un centro de apuestas hípicas, fue un almacén comercial de colchones y vivienda de comerciantes. Estos usos la fueron deteriorando hasta el límite de que perdió el techo de arriba, y, casi todos los vestigios de la arquitectura antillana. Casi ningún vecino recordaba la historia en todo su esplendor. Nadie podía imaginarse al alcalde Antonio Olleta dando discursos desde el balcón de madera a todos los habitantes de la ciudad.

A finales de la década de los ochenta un filántropo e importante empresario del turismo llamado Wilfried Merle, quien emigró desde Alemania y se hizo ciudadano venezolano, adquirió el balcón de los Olleta, que estaba prácticamente derruida, y con la ayuda de historiadores y expertos en arquitectura colonial y republicana, poco a poco, inició una restauración que le tomaría años realizar. El piso superior fue reconstruido completamente por un maestro carpintero. En 1992, su hijo, Thomas Merle, fallece trágicamente en un accidente aéreo en el Golfo de Paría, y desde ese momento y para rendirle un homenaje, Wilfried Merle, fundó la Fundación Thomas Merle, quien desde 1993 ha fomentado la educación ambiental, la protección de la fauna y flora, y el estudio de la botánica y ecosistema tropical, tanto a los niños de comunidades rurales como a estudiantes extranjeros. El balcón de los Olleta,  una vez más, vuelve a ser el centro de conexiones que durante dos siglos ha sido; pues en 1994 fue el primer lugar en donde se conectó Internet.

En el año 2012 Alejandro Prosperi, bisnieto de Quirico Prosperi, cuya familia tiene siglos de trayectoria en Venezuela y a través de sus diferentes generaciones han contribuido con el desarrollo agrícola, comercial, industrial, financiero, social, político y cultural de nuestro país, decidió constituir la Fundación Quirico Prosperi y adquirió el balcón de los Olleta, de manos de Wilfried Merle. Más que adquirir, fue un relevo para continuar con la labor de cuidar el patrimonio nacional con el compromiso de embellecer, engrandecer y recuperar la importancia que ha tenido Carúpano y su puerto, Paria y su tierra y que junto a diferentes grupos de emigrantes dejaron a esta ciudad encantadora y preciosa tierra marcada en la Historia de Venezuela y del Mundo. El 15 de Julio del 2013 se culminaron las obras de restauración de esta casa que sumadas a los esfuerzos anteriores, le han devuelto su esplendor original.


Puede leer el artículo original, con más fotografía, en: http://www.prospery.net/Historia_Casa_del_Cable.html