Por Emanuele
Amodio
La terrible epidemia de
viruela que azotó Caracas en 1763 y que continuó periódicamente en los años
siguientes, agravada por el terremoto del 21 de octubre de 1766, se expandió
por las varias provincias de Tierra Firme, llegando a la de Nueva Andalucía en
abril de 1764, siendo Gobernador Joseph Diguja. Reportamos algunos datos sobre
el caso y las medidas que se tomaron a partir de la Relación que de los
acontecimientos hizo el gobernador al Consejo de Indias el 4 de junio de 1765 y
de los documentos reunidos por el fiscal del Consejo, quien discutió el caso en
mayo del año siguiente (AGI, Caracas, 203).
La Relación de Diguja
anuncia que la epidemia de viruela, que estaba produciendo gran número de
muertos en Caracas, había llegado también a Barcelona en abril de 1764 y a
Cumaná en mayo y que inútiles habían sido las medidas que se habían tomado,
como las de cortar todas las comunicaciones con la provincia de Caracas. Se
encontraba en esos días de Visita Oficial a la Provincia el Obispo de Puerto
Rico Mariano Martí quien participó activamente tanto con limosna, como con su
ayuda personal.
Una vez que se reconoció
oficialmente la presencia de la viruela en Cumaná, el gobernador ordenó habilitar
un hospital de emergencia, en ausencia de uno estable en la ciudad, con la
finalidad de separar los enfermos de los sanos y que no pasase como en Caracas
donde “se siguieron indecibles calamidades, por no haver quien socorriese, ni
asistiese a la muchedumbre de enfermos” (ídem). El hospital de emergencia
continuó funcionando hasta enero de 1765, mientras que unos 800 individuos que
habían padecido la enfermedad y habían sanado fueron dados de alta y utilizados
para asistir a los enfermos que se habían quedado en sus casas, ya que
solamente había en la ciudad un cirujano y tres ayudantes.
La epidemia continuó muy
activa desde mayo de 1764 hasta junio de 1765, con un gran número de víctimas
tanto en Cumaná como en las restantes ciudades, villas y pueblos de indios de
la gobernación... Murieron 2.005 individuos de los 8.396 que se contagiaron,
con el más alto número en las ciudades de Cumaná y Barcelona, por ser las más pobladas.
Llama la atención que mientras en Cumaná murieron el 22,24% de los infectados, entre
los indígenas que vivían en sus “arrabales” falleció el 45% de los enfermos y
las mismas proporciones son válidas para Barcelona. Evidentemente, las
condiciones de vida de los indígenas favorecieron la propagación del contagio
o, de manera más simple, las medidas de aislar a los enfermos funcionó más para
los criollos blancos que para los indígenas. Esta última explicación tiene una
confirmación en el mismo cuadro de Diguja.
El cuadro cita las cifras de
los internados en el hospital: entraron 1.351 personas, de los cuales 831 eran
“personas de posibilidad”, mientras que 517 eran “pobres de solemnidad”. Para
estos últimos, se recogieron limosnas en la ciudad, a las cuales contribuyó
también el obispo Martí y el Gobernador. Se recolectaron en la ciudad de Cumaná
para la ropa, los víveres y otros pertrechos destinados a los “pobres de solemnidad”,
1.030 pesos y 5 reales. Por su parte, los enfermos con posibilidad desembolsaron
la suma de 1.548 pesos y 1 real. El Gobernador Diguja, además de haber contribuido
con su dinero, ordenó la utilización de 200 pesos que se encontraban en las
Caja de Propios de la Ciudad, lamentando sin embargo que el Cabildo no diera
ninguna contribución. Por lo que se refiere al dinero que estaba en la caja de
la Real hacienda, Diguja explica que no quiso utilizarlo, “reservándolos para
en el caso de que se infestasen los Pueblos de Yndios, entre quienes era
indispensable distribuirlos”.
De esta manera, se reunieron
2.778 pesos y 6 reales, de los cuales “en la manutencion de los enfermos, ropa
para su asseo y utensilios del hospital se gastaron 2.269 pesos y 3 reales
ymedio, y para el pago de las Boticas, Cirujano y tres ayudantes, 504 pesos y 4
reales”. En total, la epidemia de viruela costó a la ciudad de Cumaná la suma
de 2.773 pesos y 7 reales, quedando en la caja 4 pesos y 6 reales. En esta
cuenta, como subrayaba el mismo Diguja, no se incluyeron las “limosnas publicas
y ocultas con que socorrió a los Pobres la exemplar Charidad del Ylustrisimo Señor
D. Mariano Martí Obispo de Puerto Rico, que a la sazón se hallaba en ésta
Ciudad en su Santa Visita, en cuyo alivio expendió quanto tubo y pudo arbitrar,
visitando diariamente á los enfermos, y facilitando el pasto espiritual con un
Zelo y amor de verdadero Pastor”. Tampoco se incluyen “las limosnas á que pudo
extenderse el Gobernador, quien, en compañía del Señor Obispo, asistió
diariamente a los Hospitales al consuelo de los pobres con el cuidado de su
curación y alimento”. Por lo que se refiere al obispo, Diguja tiene palabras de
elogio y, en su Relación, sugiere al Consejo de Indias agradecerle
oficialmente lo que hizo.
Finalmente, por lo que se
refiere a los indígenas, Diguja mandó cortar los caminos al comienzo de la
epidemia, menos los que eran utilizados para el ganado, para no dejar la ciudad
de Cumaná sin abastecimiento. Sin embargo, mandó extremar el control de los
corregidores de los varios pueblos para que impidiesen la entrada de personas
extrañas a las comunidades y no dejasen salir indígenas de ellos. Según lo que
relata el gobernador, la medida de cortar los caminos dio resultado, ya que los
pueblos de indios no fueron tocados por la epidemia.
En el momento de escribir su Relación
(4 de julio de 1765), Diguja puede afirmar que la gobernación se encuentra
libre de viruela, aparte de cuatro guaiqueríes de los arrabales de Cumaná que
se mantenían aislados para no volver a contagiar la población. Habían muerto
874 personas en Cumaná y 2.005 en toda la Gobernación.
Tomado de: Las marcas del
mal. Epidemias de viruelas en Cumaná. Opción, Año 18, No. 38 (2002): 9-30. ISSN
1012-1587